“Así que tú eres un vampiro”.
“Estás en lo correcto”, dijo el extraño con las manos temblorosas mientras daba un sorbo a la taza, que contenía una buena cantidad de sangre tibia. “De nuevo, muchas gracias por dejarme pasar”.
¿Disfrutas de las historias de terror? En Creepypasta encontrarás toda clase de relatos que van desde el terror psicológico hasta esa clase de pesadillas que se quedan con nosotros para toda la vida. Las historias aquí contadas emanan de aquellos temores más profundos que poseen los usuarios de Internet. La única característica en común entre todos estos relatos es que son ficticios… o quizá no.
“Así que tú eres un vampiro”.
“Estás en lo correcto”, dijo el extraño con las manos temblorosas mientras daba un sorbo a la taza, que contenía una buena cantidad de sangre tibia. “De nuevo, muchas gracias por dejarme pasar”.
El fantasma que me acechaba no era del tipo que escuchas en las clásicas historias de terror. No arrastraba cadenas por el piso, movía cosas en la habitación o atravesaba paredes. Nada que ver. De hecho, cuando termines de leer esta historia tal vez ni siquiera lo encuentres aterrador en absoluto. Pero, logró aterrorizarme de una forma especial.
Cuando recorres durante tanto tiempo la carretera, terminas acostumbrándote a ella. Además de las luces difuminadas de los faros, todo se reduce a un montón de líneas blancas y amarillas sobre un interminable camino negro. Es raro que alguien se detenga, y considero que es a lo que más cuesta acostumbrarse. No los estoy culpando. Cada una de esas personas tiene un destino y una vida.
No tengo el más mínimo pudor al afirmar que mi novia es una de las chicas más afortunadas del mundoatuyibnmbvvc. Discúlpame por eso. Como iba diciendo, probablemente mi novia es una de las chicas más afortunadas de este planeta. Se sacó el premio mayor el día que me conoció. Y es que soy todo un partido, un partidazo diría yo.
Alejandro llega a casa y encuentra a un extraño esperándolo en la entrada. Era un hombre bien vestido de saco y corbata, cabello arreglado, zapatos recién boleados y unos dientes tan blancos que casi destellaban en el rostro.
– No me conoces, pero yo te conozco a la perfección. Me llamo Samael y pertenezco al departamento de inteligencia de la Policía Federal.
La vida de mi familia siempre resultó miserable. No dejaba de preguntarme por qué era así. Por qué las cosas nunca mejoraban en casa. Rara vez comíamos tres veces al día, y cocinábamos con la misma agua que usábamos para bañarnos. Vivíamos en la pobreza extrema. A lo largo de todos esos años, mamá acumuló demasiado resentimiento contra mi padre.