La neurociencia es una rama científica que se encarga de estudiar y explicar los procesos y estructuras que conforman al cerebro. Desde porqué soñamos hasta el lugar dónde se originan las enfermedades más increíbles que afectan a este importante órgano humano.
Imagina que tuvieras la capacidad de volcar en tu memoria tanto como todo el contenido que existe en la Internet hasta hoy. Aparentemente, nuestro disco duro natural tiene, sí, esta capacidad de almacenamiento. Y es que según los resultados de un nuevo estudio operamos en la escala del petabyte.
Se dice que el cerebro pierde en torno a un 7% de su masa durante la gestación. Pero una vez que nace el bebé, la materia gris vuelve a la normalidad, y con una mejora: un mayor número de conexiones entre las neuronas. Estamos hablando de que, en teoría, un embarazo mejora la capacidad cerebral de la mujer.
Investigadores de la Universidad Estatal de Tomsk, en Rusia, en colaboración con personal de la New Bulgarian University, afirman que los pensamientos humanos son capaces de “materializar un objeto”. Los resultados de este estudio fueron publicados en la revista Cognitive Processing.
Parece un poco extraño de imaginar, pero este frenético disco giratorio, bautizado como Disco de Benham – creado a partir de un concepto de ilusión óptica del que hablaremos a continuación, produce un efecto óptico que hace que diferentes personas visualicen distintos colores. Algunos logran distinguir líneas verdes, otros dicen que son amarillas, unos pocos rojas y también están quienes no lograr ver ningún tipo de color.
En la década de 1980 el Dalai Lama creó el Instituto Mente y Vida y a partir de entonces la neurociencia ha mantenido cierto interés en el budismo. El conocimiento obtenido a partir de aquellos primeros estudios confirmó lo que los monjes budistas sabían desde hacía muchos años: si se entrena la mente lo suficiente, es posible cambiar el cerebro.
Prácticamente nadie conserva los recuerdos de sus primeros años de vida, pero no se debe a que los seres humanos seamos incapaces de retener información a una edad temprana. Lo que argumenta la ciencia es que quizá no recordamos nada de esa etapa por qué, a esa edad, nuestros cerebros aún no desarrollan una función que agrupa información en patrones neurales complejos que se conocen como “memoria episódica”.
