6 historias de terror para contar en la noche

¿A quién no le gustan las historias de terror para contar en la noche? Es muy probable que los humanos llevemos miles de años compartiendo pequeñas historias aterradoras, muchas de las cuales aseguran ser reales. Se trata de episodios que involucran locura, muerte y toda clase de eventos inexplicables atribuidos a lo paranormal.

sombra aterradora

Entes extraños que nos visitan en medio de la madrugada. Seres que se aferran a nuestra imaginación para desafiar nuestra capacidad de comprender lo que escapa al mundo racional. Figuras que observamos incluso en la oscuridad, sonidos que difícilmente algún humano imitaría, sensaciones que producen escalofríos y olores que nos remiten a la pérdida y el dolor.

Aquí tienes una pequeña compilación de historias de terror para contar en la noche, testimonios de personas que las vivieron. No sé si son verdades o mentiras, y te toca a ti emitir un juicio. Pero, no te tardes mucho pues quizá la próxima historia la tengas que vivir en carne propia.

El visitante nocturno.

La siguiente historia no me la contaron, me sucedió a mí y un escalofrío recorre mi espalda cada vez que hablo del tema. Durante una época trabajé cuidando a una anciana, una señora llamada Amelia que atravesaba las primeras etapas de la demencia.

casa embrujada(1)

Para facilitar el trabajo decidimos instalar un monitor para bebés en la habitación de Amelia, de forma que siempre la escuchaba cuando se levantaba. En las sábanas de su cama también colgamos algunas pequeñas campanas, para que cuando hiciera ruido me presentara a ayudarla.

En algún momento se volvió común escucharla por el dispositivo de radio conversando con un “hombre” que la visitaba. Amelia solía preguntarle cosas como “¿quién eres?” o “¿qué quieres?”. Sin embargo, en esa habitación no había nadie más que ella.

Una noche nos encontrábamos en la sala cuando escuchamos una de las campanas. En este punto es importante aclarar que sólo estábamos nosotras dos en la casa. Las puertas y ventanas perfectamente cerradas y tanto el aire acondicionado como el ventilador estaban apagados.

Esa casa siempre me produjo una desagradable sensación de incomodidad. Las cosas siempre se movían de lugar y las puertas y cajones se abrían de la nada. Lo más molesto eran los pasos que se escuchaban por las noches, cuando las dos estábamos en cama. No saben la felicidad que sentí cuando Amelia se mudó y no tuve que dormir otra vez en aquella casa.

La pesadilla recurrente.

Gran parte de su vida, mi abuela tuvo una pesadilla recurrente. En este sueño corría por un largo pasillo oscuro, giraba a la izquierda y abría una puerta tras la cual se ocultaba algo horripilante. Sin embargo, jamás pudo recordar lo que se ocultaba en la habitación pues despertaba súbitamente. Jadeando y llena de pánico.

motel por la noche

Al cumplir los 40 años hizo un viaje con mi abuelo, mi padre y la tía. Se quedaron en un hotel de paso que tenía dos habitaciones disponibles con camas individuales. Obviamente, mi tía se quedó con la abuela y mi padre con el abuelo.

Cerca de las 3 de la mañana mi padre se despertó con una extraña sensación de angustia, como si algo anduviera mal. En aquella oscuridad llamó a su padre. No obtuvo respuesta. Encendió una lámpara y repitió el llamado más alto. No logró que le respondiera. Preocupado, bajó de la cama y sacudió a su padre. El hombre no despertaba.

Papá corrió hasta la habitación de la abuela y empezó a tocar la puerta. La abuela despertó inmediatamente y abrió. “Algo le pasa a papá”, dijo su hijo.

Salió por aquel pasillo largo y oscuro, giró a la izquierda y se encontró con la puerta de la habitación. Al abrirla, encontró a su esposo muerto en la cama. Un paro cardíaco fulminante. Desafortunadamente, esa vez no pudo despertar de la pesadilla.

La morgue.

Trabajaba como mucama del turno de la noche en una morgue. Era un trabajo como cualquier otro, o al menos eso suponía. Una de las cosas que jamás olvidaré de esa época, es la noche en que el forense encargado del turno salió corriendo por el pasillo a toda velocidad.

payaso en las sombras aterrador

Era un sujeto muy amable de aproximadamente 50 años. Un médico de provincia. Y no sólo corría, parecía que huía de algo. Jamás vi a una persona tan aterrada. Tenía la cara completamente blanca y parecía que estaba a punto de desmayarse. Cuando pasó a mi lado, me miró y tartamudeó.

“¡Es suficiente! No regresaré a este lugar”.

Y cumplió su palabra, jamás regresó a trabajar a la morgue. Ni siquiera regresó por sus objetos personales. La administración tuvo que enviarlos por correo a su domicilio. No sé qué es peor, si las suposiciones de los trabajadores respecto a lo que vio aquella noche, o que jamás dijo una sola palabra sobre el tema.

Caballo de madera.

Papá me contó que cuando tenía 9 o 10 años no lograba conciliar el sueño. En aquella época los abuelos se acababan de mudar a esa casa. La habitación de papá era enorme, con una cama al centro y espacio de sobra para jugar.

caballo de madera juguete

Cierta noche estaba dormido y lo despertó un ruido extraño. A levantarse encontró uno de sus juguetes favoritos, un caballo de madera, balanceándose hacia atrás y adelante como si alguien montara. El juguete siguió moviéndose durante un buen tiempo, mientras papá se ocultaba bajo las sábanas y rezaba para que se detuviera. Eventualmente, el sueño lo venció.

Al despertar, se sintió aliviado al ver que el caballo de madera estaba guardado en el armario. Intentó convencerse de que lo sucedido la noche anterior no pasaba de un mal sueño. Sin embargo, en el almuerzo el abuelo lo regañó acusándolo de jugar hasta tarde. La habitación de los abuelos estaba justo debajo de la habitación de papá, y escucharon el sonido del caballo de madera a altas horas de la noche.

El culpable.

En 1972, mis padres adquirieron su primera casa. Aunque se trataba de un inmueble con ciertos detalles que obligaban a renovarlo, la inversión valía la pena. Decidieron mudarse hasta que terminaran todas las reformas.

hermanos

Unos días antes de que se mudaran, uno de los vecinos llegó a presentarse. Tras una extensa charla, se enteraron que los propietarios anteriores se mudaron tras un complicado divorcio. La pareja perdió a su hijo víctima de una muerte de cuna, y el matrimonio simplemente se derrumbó. El matrimonio terminó separándose y mudándose tiempo después.

La mujer se quedó con la custodia del hijo de 6 años, y la parte más triste de la historia es que el padre ni siquiera los visitaba. Papá y mamá quedaron horrorizados, sobre todo porque ella tenía tres meses de embarazo. Pero, decidieron ignorar la historia de la casa. Estaban completamente decididos a empezar una nueva vida en aquella propiedad.

Así, llegó el día en que mamá decidió cambiar el papel tapiz de la habitación que serviría para mí. El papel tapiz estaba en excelente estado, como si lo hubieran cambiado recientemente, por lo que papá sugirió que lo dejaran como estaba. Pero, mamá insistió en arrancarlo todo y pintar las paredes.

Cuando empezó a despegar el papel tapiz, sus ojos encontraron algo que le heló la sangre. Justo a la altura de los ojos de un niño pequeño, escrito con una Crayola encontró un garabato que decía:

Discúlpame papá, yo maté al bebé”.

La fotografía.

Me encontraba de vacaciones con mi novia. Paseábamos por una región costera y nos detuvimos a ver el paisaje en lo alto de un mirador. Decidimos quedarnos un buen rato, pues el paisaje era maravilloso.

mirador en la playa

De repente, observamos que una mujer subía por las escaleras en nuestra dirección. Esta señora, de mirada tímida, se acercó y saludó con un “buenas noches”. Entonces, se ofreció a tomarnos una fotografía.

Le agradecimos y nos devolvió el celular con una sonrisa. Después, se alejó hasta llegar al otro extremo del mirador, donde ágilmente trepó por la barda y se tiró al vacío. No dudó ni un solo instante. El sonido de un cuerpo humano impactando contra un montón de rocas es algo que no se olvida fácilmente.

Lo más extraño de esta tragedia es que la fotografía que tomó nos muestra con una cara de preocupación y tristeza, aunque yo recuerdo perfectamente que estábamos felices y sonrientes.

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