Thammakorn Wangpreecha, un monje budista de Tailandia, estaba plenamente convencido de su superioridad espiritual. Por eso, durante cinco años planeó su propia muerte. Empezó por construir una guillotina rudimentaria. Y al cumplir los 68 años tomó el dispositivo casero y se dirigió a una estatua de Indra. Frente a la imagen de esta deidad, el hombre se cortó la cabeza. Según sus familiares, el suicidio es la forma que Wangpreecha encontró para alabar a Buda.
En la década de 1960, los padres tailandeses solían asustar a sus hijos diciéndoles que si no se comportaban, Si Quey se los comería. Peor aún, si los rebeldes insistían los llevaban ante el monstruo como forma de castigo. Y los niños solían comportarse, pues pocas cosas son más aterradoras para un infante que la amenaza de un demonio de carne y hueso. Puedes escuchar la narración integra del artículo en el siguiente video, o seguir leyendo.
Antes de empezar, advertimos que la siguiente historia no es nada agradable y quizá tenga la capacidad de provocar asco en algunas personas susceptibles, sobre advertencia no hay engaño. De todas formas, es un claro ejemplo de lo que puede suceder con nuestro cuerpo cuando hacemos mal uso de los fármacos legalizados, especialmente cuando los consumimos de forma excesiva.
La Asociación de Diabetes de Tailandia lanzó una campaña titulada “Sweet Kills – Uncontrolled diabetes cause wound to heal slower” (Los dulces matan – La diabetes descontrolada hace que las heridas tarden más en sanar), con el objetivo de crear conciencia entre la población sobre los peligros del consumo excesivo de azúcar.
Los tailandeses han adoptado una tendencia realmente rara: hay personas cuidando de muñecas (supuestamente embrujadas) bajo el pretexto de que ofrecen prosperidad y buena suerte. Se tiene la creencia de que estas muñecas, a las que llaman look thep (niño Dios), están habitada por espíritus infantiles, creados a través de una serie de rituales muy especiales.
Imagina que duermes plácidamente una mañana de invierno y de repente sientes como las sabanas empiezan a moverse misteriosamente. Abres los ojos y lo primero que vez son a tus cachorros, pero no se trata de uno ni de dos, ¡sino de 16!
Como si fueran parte de “101 Dálmatas”, la familia Kennel optó por llevar una vida de perros. Los cuatro integrantes decidieron que debían aumentar la familia rápidamente y terminaron con tres camadas de Basenji que hoy son la alegría (y me imagino que la hedentina) del hogar.