Impostores célebres en la historia

Impostores célebres en la historia

Lejos de la actuación profesional diversas personas han adoptado identidades que no les pertenecen, incluso con títulos falsos y extrañas historias para respaldarse. Sus motivaciones no siempre han sido económicas: se han apropiado de existencias ajenas que les dan ‘color’ a sus vidas.

La identidad personal es un área que ha intrigado a filósofos, psicólogos y literatos de todas las épocas. El filósofo judío Martin Buber (1878-1965) sostuvo que “en este mundo cada persona representa algo nuevo, algo que no ha existido todavía, algo único y original“, por lo que “es deber de cada uno saber que nunca ha existido en el mundo nadie semejante a él, porque si hubiera existido alguien semejante a él, ya no sería necesaria su existencia“. Esa identidad, ese sentido del ‘yo‘, es lo más íntimo de cada persona; se construye mediante un proceso social y depende del papel que el sujeto decida desempeñar en su medio.

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Pero, ¿qué pasa cuando alguien renuncia a su identidad para adquirir otra? Es un fenómeno más amplio de lo que parece y abarca expresiones tan diversas como la reasignación de género o la aculturación. También puede tratarse de una caprichosa reinvención personal -el sujeto dice ser quien no es porque prefiere ser otro-, o de un delito, cuando una persona suplanta a otra por intereses materiales. Las historias de suplantación y robo de identidad han sucedido a lo largo de los siglos y las sociedades. Aveces cabe considerarlas meros crímenes; otras, la expresión de una profunda necesidad psicológica. El inventario de casos que se presenta a continuación ejemplifica esta diversidad de propósitos y evidencia uno de los ejes conceptuales de la posmodernidad: la identidad es un proceso móvil y activo, la persona puede adquirir un nuevo significado ante sí misma y ante los demás, para concluir, empleando el título de un libro del autor italiano Luigi Pirandello (1867-1936), que todos somos “uno, ninguno y cien mil“.

 

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