Dos hombres, ambos enfermos de gravedad, compartían el mismo cuarto en el hospital. Uno de ellos podía sentarse sobre su cama durante una hora todas las tardes para conseguir drenar el líquido de sus pulmones.
Su cama se encontraba al lado de la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que pasar los días recostado sobre su espalda. Los dos conversaban durante horas.