Cuando Mary Toft dio a luz un montón de conejos, automáticamente se convirtió en uno de los casos más enigmáticos de la medicina. En 1726, la prensa enfocó toda su atención en la localidad de Surrey, Inglaterra, cuando la joven de 25 años convenció a todos de que paria conejos. Y el rumor llegó a oídos del propio rey Jorge I.
Un parto natural es un proceso doloroso para la mujer, y muchas sienten alivio al tener la oportunidad de optar por una cesárea. Y es que, desde una perspectiva anatómica, la pelvis humana es demasiado estrecha para el paso de un cuerpo tan grande, sobre todo la cabeza. De hecho, este inconveniente hace que el parto sea potencialmente peligroso para las madres.
Seguramente, en alguna plática escuchaste que uno de los requisitos para un parto natural es alcanzar cierto grado de dilatación. De hecho, sabemos el significado del término, y si lo extrapolamos al contexto del alumbramiento rápidamente viene a nuestra mente una imagen de engrosamiento (quizá inflamación) y la presencia de fluidos corporales que lubrican el paso de una cabeza que emerge de un cuerpo humano.
Lesia Pettijohn y su esposo se dirigían hacia Bay Area Maternity en Pasadena, Estados Unidos, donde un obstetra los esperaba para guiar lo que sería el parto de su tercer hijo. Tras 45 minutos al volante, la fuente de la mujer se rompe y comienza lo improbable.
Cuando se da cuenta que el bebé está por salir, Lesia le pide a su esposo que la ayude a quitarse el cinturón de seguridad y los pantalones. En cuestión de segundos el bebé de 4 kg ya está afuera y en manos de su madre que, literalmente, tomó el asunto en sus manos.
El parto es referido por muchas mujeres como el peor dolor que han sentido en su vida, y la evidencia así suele confirmarlo. Sin embargo, existe el parto desde una visión totalmente diferente, una parto con profundo placer.
Parece una historia de la mitología pero fue cierta, Sucedió a finales del año 2000 cuando las inundaciones azotaron a Mozambique. La señora Cheindza subió a un árbol para escapar de las aguas infestadas de cocodrilos permaneciendo en ese lugar por cuatro días sin ingerir ningún tipo de alimento. Fue en el cuarto día que nació la bebé, afortunadamente ese mismo día llegaron los servicios de rescate y pusieron a su bebé, Rosita, a salvo.
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