Si buscamos entre las biografías de los hombres ilustres, son pocos los grandes pensadores que llegaron al final de sus días con esperanzas, compartiendo felicidad con los suyos. Tal vez Platón a sus 80, o Sócrates, resignado dando sorbos mortales a la cicuta. Quizá los filósofos cristianos esperanzados con el paraíso. Kant a sus 79 años, sumido en la demencia del Alzheimer. Pero estas son excepciones, son múltiples los ejemplos de depresiones, suicidios y desilusiones entre los grandes de todos los tiempos.