Carlota de Bélgica: Lo bueno, lo malo y lo feo.

Carlota de Bélgica (1840-1927).

Carlota de Bélgica

LO BUENO: Diligente emperatriz.

Carlota de Bélgica, poseedora de una vasta preparación intelectual y amplia cultura, supo asumir con seriedad sus deberes imperiales desde que navegaba a bordo de la “Novara” hacia tierras mexicanas. Una vez instalada la casa imperial en el Castillo de Chapultepec, participó activamente en la política interna del imperio, convocaba al gabinete durante las ausencias de Maximiliano, intentó convencer al nuncio apostólico mexicano de respetar la libertad de cultos e incluso elaboró un proyecto de constitución.

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Maximiliano de Habsburgo: Lo bueno, lo malo y lo feo.

Maximiliano

Maximiliano de Habsburgo (1832-1867).

LO BUENO: Monarquía liberal.

Maximiliano aceptó la corona del segundo imperio mexicano ante la adulación de los monarquistas mexicanos y apoyado por conservadores radicales y el clero. Contrario a lo que éstos esperaban, las políticas de Maximiliano se acentuaron en su contra: ratificó las leyes de Reforma, decretó la libertad de cultos y se negó a devolver los bienes a la iglesia.

A pesar de que nunca ofreció ninguna solución práctica para erradicar la situación de pobreza e ignorancia de la población indígena, ante ellos se mostró paternal, devoto y caritativo, llegó incluso a expresar que eran lo mejor que el país tenía.

LO MALO: Imprudentemente inepto.

Maximiliano entró a la ciudad de México en junio de 1864 mancillando la soberanía del país. Sabiéndose apoyado por las bayonetas francesas, tuvo el atributo de mostrar sin pudor su ineptitud y gobernar sin satisfacer a nadie; despilfarró las escasas rentas del erario y emprendía viajes al interior supuestamente para examinar de cerca la situación del país, o para a cazar mariposas, dejando a Carlota frente al gobierno.

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