El pescador y el samurái

Un joven samurái se dedicaba a prestar dinero y a vivir de la usura amedrantando a los malos pagadores, sin importarle nada la vida de nadie. Uno de los endeudados era un pescador a quien visitó para recuperar su dinero. El pobre pescador huyó aterrorizado del genio del samurái, pues no tenía dinero para saldar sus deudas.

Horas y horas anduvo el usurero buscando a su presa, hasta que lo encontró escondido en la maleza. Al verlo asustado él se hizo más grande y bravucón, enfadado por no recuperar su dinero. El pescador quiso decir unas palabras antes de morir y el samurái le dio esa oportunidad.

El pescador comentó que estaba estudiando filosofía y que su frase preferida era: “Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano“. El guerrero quedó impactado por las diferentes lecturas que podía hacer de dicha frase. Le recomendó al pescador que siguiera estudiando, pues le daba un año más para conseguir dinero.

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