El sueño era siempre el mismo: en una habitación de hospital, a solas, agonizaba mientras pensaba en los hijos que estaba dejando atrás. El problema era que, hasta ese punto de su vida, Jenny Cockell nunca había sido madre, pero el sentimiento de búsqueda y los recuerdos confusos, como si no fueran de esta vida, estaban siempre presentes.