Seguro ya escuchaste aquella cantaleta de que el amor es un sentimiento superior, una epifanía transcendental, una enteogenesis que nos abre el camino, la lisérgica embriagante de la obsesión y la plenitud. Bueno, todo es mentira. No pasamos de ser animales con delirios de grandeza que gustamos de etiquetar cognitivamente a nuestras activaciones biofisiológicas y hormonales, tradición que ha sido perpetuada hasta nuestros días. Comenzando con Adan al juzgar sentir celos, y por tanto amor, cuando Eva se insinuó a Azazel a cambio de comida.