En Nigeria, decenas de personas esperaron durante meses la Segunda Venida de Jesucristo en el sótano de una iglesia. En total, la policía rescató a 77 individuos, incluidos varios niños. Los eventos se desarrollaron en la localidad de Valentino, en el estado nigeriano de Ondo. Una redada policial irrumpió en la Whole Bible Believers Church después que una mujer se acercara a la policía para denunciar la desaparición de sus hijos.
Desde que participó en la iglesia hace una semana, mi esposa empezó a comportarse de manera extraña. Me comentó que daría una plática para “incentivar a las mujeres a revivir el tradicional espíritu del hogar cristiano”. A mí me parecían un montón de tonterías religiosas, aunque me mantuve al margen respetando su nueva creencia. No quería involucrarme en esa farsa, pero la apoyaría en la medida de lo posible.
La historia nos ha enseñado que los cultos muestran susceptibilidad a convertirse en grupos realmente aterradores. Y la historia protagonizada por Roch Thériault no es la excepción. De vez en cuando, estas organizaciones vienen a constatar que los seres humanos son capaces de realizar actos abominables en nombre de sus creencias. Y cuando aparece un líder lleno de carisma que va recogiendo fieles dispuestos a todo para demostrar su devoción, se genera la fórmula perfecta para la tragedia. Al final, una y otra vez, los que conocemos estos hechos desde afuera siempre terminamos preguntándonos: ¿cómo pudieron llegar a tanto?
Resulta complicado definir la frontera entre la simple creencia y el fanatismo sobre lo divino. ¿En qué momento el fundamentalismo se convierte en algo peligroso y perjudicial para los individuos? En la época del Imperio Ruso, ese anhelo por alcanzar un nivel superior de iluminación y la creencia ciega, originaron una de las sectas más extrañas de la que se tenga noticia en la historia. Un grupo que promocionaba la automutilación como un medio para alcanzar un estado de pureza que diferenciaba a sus miembros de los demás hombres y mujeres sobre la Tierra.
