No sé cuántas veces he escuchado a las personas asegurar que “la vida pasa muy rápido”. De una maravillosa e inocente infancia a los años de adolescencia, de un montón de responsabilidades adquiridas en la adultez joven a tener que formar nuestra propia familia – básicamente recorremos nuestra vida en saltos y el tiempo se vuelve impiadoso cuando se trata de esperarnos.
Crecer
¿Por qué crecer apesta?
Es algo difícil de explicar, pero desde mi punto de vista es la sensación de ser parte de una historia donde tú eres el protagonista que se esfuma sin contemplaciones y se mantiene a la deriva por el resto de los tiempos.
Cuando eras niño, te mantenías en esta historia, había un plan trazado especialmente para ti, y si rompías este plan o lo seguías al pie de la letra, había una progresión lineal en el crecimiento, además de un objetivo final que debías alcanzar. Contabas con aliados y enemigos, con pruebas que pasabas o fallabas, tendrías momentos de catarsis, etc. Te sentías parte de una narrativa hermosa, como los héroes en las películas y los libros y los programas de televisión y las historietas. Sentías que había un camino correcto e incorrecto, y algún destino esperando por ti al final que resumía todo lo que esto significaba.