Ante la mirada inocente de los niños, los dibujos retratan un escenario optimista, prácticamente fantasioso. Y esto se comprueba cuando se les ofrece la tarea de colorearlos. En el papel, el cielo siempre es azul y el pasto siempre verde. Pero, ¿qué pasa cuando un adulto, con todo su pesimismo, sentido del morbo y humor negro, toma el control de los lápices?
