¿Qué vas a elegir?

Toda esa gente. ¿Qué hace? ¿Qué piensa? Todos vamos a morir, todos nosotros, ¡menudo circo! Debería bastar con eso para que nos amáramos unos a otros, pero no es así. Nos aterrorizan y aplastan las trivialidades, nos devora la nada”. Este fragmento forma parte del libro “El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco”, del viejo y desbocado Charles Bukowski, con fragmentos de su diario escritos entre 1991 y 1994. Han pasado más de dos décadas y aquellas palabras siguen vigentes. Así como muchas de las canciones del pasado.

se diferene al resto

Las épocas cambiaron, pero seguimos indagando – intentando resolver las dudas sobre el amor, sobre el dolor de la soledad, la banalización de los sentimientos, la supremacía de la apariencia, la pérdida del tiempo en trivialidades. No, no arrojemos toda la culpa sobre Internet, el teléfono o Tinder – aunque estoy convencido que estas herramientas terminaron por amplificar y facilitar este escenario – la culpa es toda nuestra. El problema de esta agonía generalizada, de esta banalización de los sentimientos y de todo ese circo es puro y exclusivamente nuestro.

Las personas perdieron el trato con el prójimo, y no sé bien cuándo sucedió, si fue en la época donde se intercambiaban cartas o cuando presionaba el botón de enviar en mi último WhatsApp.

La vida no debe tomarse como un juego pues un bello día se muere. Y estoy de acuerdo con el viejo Bukowski, si nos detuviéramos a pensar en eso, quizá podríamos amenizar un poco toda esta agonía. Cada momento de nuestro día es una elección, y elegir siempre es perder. Pero nos toca a nosotros decidir lo que vale la pena perder, ya que no disponemos de todo el tiempo del mundo. Ni siquiera sabemos el tiempo que nos queda.

Si cada elección significa una renuncia, ¿no estamos a tiempo de pensar mejor en nuestras perdidas? ¿De pensar menos en el volumen, la cantidad, y más en la calidad de aquello que estamos eligiendo? ¿Varios compañeros o un buen amigo? ¿Varias risas forzadas en una fiesta o una noche con risas sinceras de esas que te hacen doler el estómago? ¿Muchas relaciones vacías o pocas con la posibilidad de que sean acogedoras? ¿Qué tal menos “dañar” y más “donar”?

No digo que dejemos de hacer otras cosas triviales. No debemos ser serios toda la vida, ni permanentemente filosóficos, tampoco altruistas siempre – pero aprendí que la vida te ofrece dos caminos de aprendizaje: el del dolor y el del amor.

Y mientras yo pueda elegir, me voy a quedar con el segundo, aunque parezca que a veces duele, el camino del amor siempre es la mejor opción. Y ya que no podemos elegir sobre la muerte, que al menos las personas puedan elegir las posibilidades que hagan su vida más ligera. No olvidemos que de aquí, nos llevaremos muy poco.

ya vivieron hoy

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