Máscaras aztecas del Templo Mayor hechas con guerreros sacrificados

Hace tres décadas en Tenochtitlán, México, se descubrió un conjunto de ocho máscaras confeccionadas a partir de cráneos humanos. La procedencia y el propósito de estas piezas siempre habían sido un tanto misteriosas. Sin embargo, un nuevo análisis arqueológico sugiere que estas mórbidas máscaras pudieron haber sido hechas con los restos de guerreros y miembros élite de la sociedad azteca.

morbida máscara azrteca

El Templo Mayor fue el centro neurálgico del movimiento político y religioso en Tenochtitlán, una ciudad-estado situada en el Valle de México que se convirtió en la capital de Imperio Azteca en torno al siglo XV d.C. El templo honraba a Huitzilopochtli, el dios del sol y la guerra para los aztecas, y en este sitio se ha encontrado abundante evidencia sobre rituales de sacrificios humanos, lo que sugiere que la práctica era clave para la religión azteca. El ritual de sacrificio comprendía toda una variedad de técnicas que dependían de la situación: decapitación, extracción del corazón, incineración y peleas a muerte. Pero este puñado de máscaras resultaba inusual, incluso en el contexto del ritual de sacrificio.

Un equipo de arqueólogos liderado por Corey Ragsdale de la Universidad de Montana analizó las máscaras de cráneos, así como los cráneos no modificados que eran ofrecidos en los rituales, para aprender un poco más sobre el origen y la creación de las máscaras. Los resultados del análisis se publicarán en la edición de junio de Current Anthropology.

Las máscaras en cuestión son “cascos decorativos hechos de cráneos humanos que se usaban sobre el rostro como parte de un penacho”, concluyó Ragsdale y su equipo. Los cráneos fueron intensamente alterados para crear objetos visualmente llamativos: eliminaron la parte posterior, los decoraron con tinta y algunos cuentan con incrustaciones en las cavidades oculares y hojas de sílex situadas en la nariz.

máscaras aztecas

Para obtener más información sobre a quienes pertenecían los cráneos que originaron estas máscaras, el equipo examinó tanto los cráneos modificados como los no modificados para buscar evidencia sobre el sexo, la edad de muerte y si el deceso fue consecuencia de una enfermedad. Encontraron que las máscaras de calavera habían sido confeccionadas a partir de huesos de hombres con edades entre 30 y 45 años, y que estos individuos no presentaban evidencia de enfermedad dental o algún tipo de estrés nutricional. Es decir, tenían más salud que el promedio en esta cultura.

Al estudiar la dentadura y compararla con otros grupos conocidos en la zona, los expertos fueron capaces de mostrar que los hombres que habían sido convertidos en máscaras de calaveras probablemente provenían de diversos sitios: del Oeste de México, del Valle de Toluca, de la Costa del Golfo y de otros pueblos aztecas asentados en el Valle de México. Este análisis no invasivo fue corroborado por un estudio isotópico aparte, revelando que ambos métodos ofrecen buenos resultados en la diferenciación de los lugares de origen de los miembros del Imperio Azteca.

Finalmente, los investigadores analizaron el método de manufactura de las máscaras en busca de evidencia adicional. Fueron capaces de reproducir experimentalmente las marcas de corte y los agujeros perforados en los cráneos empleando la tecnología y herramientas de piedra que estaban disponibles en aquella época. Cuando se observaron bajo el microscopio, las marcas de corte en los cráneos resultaron muy parecidas a las marcas de otros artefactos arqueológicos del Templo Mayor. “Los individuos que se convirtieron en máscaras probablemente fueron trasladados a Tenochtitlán para ser sacrificados y procesados”, dice Ragsdale.

Recogiendo toda la información obtenida a partir de los datos bioarqueológicos y experimentales, los investigadores concluyeron que “las máscaras de calavera fueron confeccionadas utilizando los cráneos de guerreros capturados o derrotados que fueron obtenidos en las ciudades conquistadas o mediante la ejecución de la nobleza”. Incluso es posible que una de estas máscaras sea una representación del derrotado rey de Tollocan, conocido a partir de los registros históricos.

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La fundación de Tenochtitlán y la conquista de Colhuacan y Tenayucan, Folio 2r del Codex Mendoza.

Los sacrificios humanos fueron prácticas comunes en el Imperio Azteca. Existen debates entre los expertos sobre la cantidad de individuos que sufrieron este destino, aunque las fuentes históricas han llegado a estimar que al menos 20 mil personas murieron de esta forma en Tenochtitlán. La gran mayoría probablemente eran prisioneros de guerra o pagos de tributos, como se menciona en el Codex Mendoza, un registro de la historia azteca. Y la mayoría de estas personas que tenían un estatus bajo, terminaban mezclados en grandes pozos. Sin embargo, Ragsdale y su equipo muestran que los aztecas no trataban a todos de forma igualitaria en el contexto del sacrificio humano. Aparentemente, las máscaras de calavera eran un destino especial reservado para los guerreros de élite y la nobleza.

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