La caja de cartón – Cuentos de terror

Un anciano conocido como Mr. Wilson vivía solo en una vieja mansión. Su única compañía era una enfermera de mediana edad que lo cuidada desde hacía algún tiempo. Todos los días llegaba muy temprano y se quedaba hasta noche, terminando su trabajo cuando dejaba al anciano en su cama. Mr. Wilson había sido víctima de un accidente cerebrovascular y resultado de esto perdió parte de la movilidad en sus miembros, quedando confinado a una silla de ruedas. No podía caminar, hablar y tampoco era capaz de cuidar de sí mismo. Incluso para ir al baño requería de asistencia.

psicopata

Cierta tarde la enfermera llevaba a Mr. Wilson de la sala a su habitación cuando empezó a decir.

– Usted me disculpará Mr. Wilson, pero hoy tendré que de dejarlo antes de tiempo, pues mi hija va a dar a luz y necesito estar con ella.

Mr. Wilson no tuvo reacción alguna, y en realidad apenas se dio cuenta de lo que la mujer le decía.

– Pero no se preocupe, logré encontrar a otra persona para que cuide del señor mientras estoy ausente. Su nombre es Federico y parece un buen muchacho.

En ese mismo instante sonó el timbre.

Debe ser él. – dijo la enfermera mientras se dirigía a la puerta. Volvió en seguida con un hombre joven. Pese a su apariencia jovial, el hombre tenía un aire aterrador. Poseía una nariz puntiaguda, los ojos muy abiertos y estaba un poco jorobado. Bajo su brazo sostenía una gran caja de cartón.

Un trueno pudo escucharse a la distancia y la enfermera se apresuró.

– Parece que vamos a tener tormenta. Me tengo que ir. Este es Federico Mr. Wilson, creo que cuidará muy bien de usted. Hasta mañana por la mañana.

La enfermera salió con premura y los dos hombres escucharon la puerta cerrarse tras ella.

Federico sonrió con un visible nerviosismo y dijo:

– Es un gusto conocerlo, Mr. Wilson.

El anciano asintió afirmativamente y esbozó una sonrisa.

– ¿Hay algún lugar donde pueda poner esto? – Preguntó Federico mientras mostraba la caja de cartón.

El anciano apuntó hacía un armario en el pasillo. Federico se acercó y puso la caja de cartón con cuidado sobre el estante superior, quedando fuera del alcance de alguien que utilizaba una silla de ruedas.

– Tiene un hermoso lugar aquí señor – dijo Federico. – un gran terreno y sin vecinos que puedan incomodarlo. Debe estar muy tranquilo allá afuera durante el día.

El cielo estaba oscuro y la lluvia se desató entre rayos y truenos.

Mr. Wilson tomó una pluma, garabateó un mensaje en su bloc de notas y le entregó el papel a Federico.

El joven dio lectura en voz alta: “Por favor, enciende las luces”.

– Claro Mr. Wilson. – Dijo Federico mientras activaba el interruptor. – Voy a ir a la habitación de los empleados y cuando regrese, el señor podrá decirme que desea para merendar.

El joven abandonó la sala, Mr. Wilson movió su silla de ruedas y se acercó a una radio para encenderla. El locutor narraba las noticias de última hora.

– “La policía alerta a todos los residentes de la ciudad sobre un peligroso asesino que se encuentra suelto…”

Afuera llovía mucho y el viento soplaba fuerte. Mr. Wilson aumentó el volumen.

– “Se trata del peor caso de asesinatos en serie en la historia del estado. El maniático asesino ya se ha cobrado la vida de 14 víctimas y hasta ahora cada una de ellas ha sido decapitada. Ninguna cabeza ha sido encontrada…”

En ese instante una mano pasó sobre el hombro del viejo y apagó la radio. Mr. Wilson volteó y se encontró con Federico, que tenía una mirada bastante extraña.

– No debería escuchar esas cosas Mr. Wilson. – dijo el joven. – Y mucho menos en una noche como esta… esa historia es suficiente para dejar a alguien aterrado.

En ese instante escucharon sonar el timbre.

– Voy a atender. – Dijo Federico mientras se dirigía a la puerta.

Mr. Wilson se quedó quieto, esperando con nerviosismo. Cuando Federico regresó sostenía un periódico en sus manos.

– Era un muchacho que vino a entregar la edición extra del periódico. – dijo. – No hay nada aquí que valga la pena leer.

Entonces enrolló el periódico y lo puso sobre la mesa.

Mr. Wilson tomó su pluma y su bloc de notas, escribió algo y lo extendió. Federico tomó el papel y lo leyó en voz alta: “Por favor, prepárame una taza de té”.

– Claro señor – dijo Federico e inmediatamente se dirigió a la cocina.

Federico salió de la sala y el viejo se dirigió a la mesa para tomar el periódico. Cuando lo abrió pudo ver en primera plana “¡El asesino se cobra otra víctima!”.

Al repasar rápidamente la noticia, vio que la última víctima había sido un policía, que al igual que las otras, había sido decapitado y hasta el momento la cabeza no había sido localizada.

Entonces el anciano recordó la caja de cartón en el armario.

El fuerte sonido de un trueno rompió el silencio y las luces se apagaron. Quizá un rayo derribó algún poste allá afuera.

El viejo dobló el periódico y lo puso nuevamente en la mesa. En ese instante pudo escuchar el timbre.

Rápidamente se volteó y llevó la silla de ruedas hasta la puerta. Con ayuda de un paraguas que estaba en la entrada enganchó la cerradura y abrió la puerta.

asesino

Era un policía frente a su pórtico. La lluvia arreciaba y un relámpago rompió en el cielo iluminando su rostro.

– Buenas noches señor – dijo el policía mostrando su placa. – Estamos haciendo una investigación en todas las casas del área. ¿Ha visto alguna persona sospechosa en el vecindario?

Mr. Wilson asintió con la cabeza, y con las manos llamó frenéticamente al policía para que entrara. Entonces tomó su pluma y el bloc de notas del bolso y comenzó a escribir.

El policía entró y cerró la puerta.

Mr. Wilson se puso los dedos sobre los labios, indicando al policía que se mantuviera en silencio. En seguida arrancó el papel y se lo entregó.

El policía tomó la nota y la leyó en voz alta: “Por favor, ¡ayúdeme! Creo que el asesino está en mi casa. Se encuentra en la cocina ahora. Trajo una caja de cartón con él. Creó que allí esconde la cabeza de su última víctima”.

– ¿Dónde está la caja? – susurró el policía.

Mr. Wilson apuntó a un armario en su habitación. El policía amasó el papel, lo puso en su bolso y fue al armario. Mr. Wilson rápidamente se dio vuelta y volvió a la sala.

En ese instante la puerta de la cocina se abrió y Federico salió cargando una taza de té. Mr. Wilson tomó la taza con las manos temblorosas y con nerviosismo miró al joven. Federico volteó al periódico sobre la mesa.

– Veo que el señor ha estado leyendo las últimas noticias. – dijo. ¿Es horrible verdad?

De repente, una puerta se abrió y el policía entró a la sala sosteniendo una pistola.

– Tú, aléjate del anciano. – gritó. – Levanta las manos.

Federico dio un salto por la sorpresa y unos pasos hacia atrás.

– ¿Qué?, ¿Quién eres tú?, ¿Qué haces aquí? – dijo Federico confundido.

– Soy policía y quedas arrestado por asesinato.

– ¿Asesinato? – Preguntó Federico asustado. – ¿De qué hablas?

– No intentes nada, no te muevas. – dijo el policía. – Encontré tu caja de cartón en el armario de la habitación… con esta cabeza decapitada en el interior.

– ¿Armario de la habitación? – Dijo Federico. – Pero si mi caja está en el armario del pasillo… te lo voy a mostrar.

– ¡Intenta escapar! – gritó Mr. Wilson. – Dispara.

El policía apretó el gatillo. Federico se tambaleó y cayó al suelo. Un poco de sangre se encharcó a su alrededor sobre la alfombra.

El policía corrió y se arrodilló junto al hombre que agonizaba. Volteó el cuerpo y empezó a revisarlo mientras hablaba en voz alta.

– Eso es lo que te mereces por matar a un policía. Me darán una medalla por esto y mi foto aparecerá en todos los periódicos.

anciano

El policía había quedado de espaldas a Mr. Wilson y nunca vio al anciano levantándose de la silla de ruedas. Tampoco vio al anciano caminando silenciosamente hacía él. Nunca pudo ver el afilado cuchillo que el anciano sostenía en su mano. Y nunca supo lo que sucedía hasta que fue demasiado tarde y la lámina metálica relumbrante le rasgaba la garganta.

Más tarde, una vez que limpió todo, Mr. Wilson pensó lo inteligente que era. Durante años se había fingido paralitico. Era un disfraz maravilloso del que nadie nunca había sospechado, un pobre viejo inmóvil distaba mucho del asesino que la policía estaba buscando.

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17 comentarios en «La caja de cartón – Cuentos de terror»

  1. Soy escritor. La gente siempre se queja de los finales y sugiere una alternativa. ?Qué final los hubiera sorprendido en este caso? Ni el policía, ni ninguno de los dos enfermeros los hubiera sorprendido. Las únicas opciones eran el viejo (la mejor a mi criterio), o un personaje nuevo. Pero lo importante es quejarse, ?verdad Sara?

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    • Amigo L, si eres escritor, estas expuesto a la critica y lo debes saber mejor que nadie, no a todos les va a gustar, y no a todos les tiene que gustar, lo importante no es quejarse, es aprender de la critica, y si como escritor que eres no lo entiendes algo debe andar muy mal. Y podría decirse que la de Sara y la de Yo son las únicas criticas que a tu modo de ver son quejas. Por cierto si fue predecible pero solo hasta que hablo el anciano, y fue interesante y entretenido tratar de averiguar quien era, antes de que terminara.

      Por cierto lee la novela de S.King, la niebla o the mist, el deja el final abierto, por lo mismo que tu comentas, y de seguro gente se quejo y a otros les gusto, así es esto.

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  2. En realidad si es predecible….
    Muchas cosas son tan obvias cuando te las plantean que las descartas inmediatamente. Cerca del final te queda la duda de si el asesino es el enfermero o el policía, hasta que el viejo grita que quiere escapar. Se supone que no podía hablar, por eso escribía todo… en ese momento, si prestas la suficiente atención, te das cuenta que el viejo miente y puedes llegar a intuir que él es el asesino.

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  3. Yo pense q seria la enfermera! Chida la historia bro…
    Pero no me gusta cuando el culpable queda sin castigo al final…
    Sea movie, relato, novela etc.

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