Katie y Susan – Creepypasta

Lo que contaré aquí no tiene que ver con nada paranormal, ni criaturas aterradoras o monstruos emergiendo de los guardarropas. Lo que de verdad genera miedo aquí es aquello menos esperas. Susan y yo estamos casados desde hace tres años, y desde hace cinco meses nuestra hija Katie llegó a nuestras vidas. Es la cosa más linda de este mundo. Sé que todos los padres dicen lo mismo de sus hijos, pero, Dios mío… Katie casi tiene un brillo natural. Es imposible no sonreír al ver aquella carita.

retrato de familia
Fotografía ilustrativa perteneciente a la serie Madres invisibles de la época victoriana.

Los tres vivimos en una casa de dos habitaciones en los suburbios de nuestra ciudad. Un viaje de solo diez minutos en automóvil me conduce hasta mi tienda. Tengo un establecimiento de todo a $1.99, y ahí fue donde conocí a Susan. Ella trabaja esculpiendo madera y un día vino hasta mí para preguntar si tenía interés en comerciar sus piezas. Le dije que normalmente no vendía ese tipo de arte. Pero en el instante en que me mostró lo que hacía, fue imposible decirle que no. Hicimos un acuerdo sobre el precio y poco tiempo después empezamos a salir. Ahora estamos casados y tiene una sección entera de la tienda dedicada exclusivamente a sus esculturas.

Esa mañana desperté con el llanto de Katie. Caminé hasta su habitación pero Susan ya la cargaba en brazos. En ese momento en que las vi a las dos juntas lo único que pude pensar era en la suerte que había tenido. Les di un beso a las dos y después salí para ir a la tienda.

El día transcurrió normal, el flujo de clientes fue promedio, yendo y viniendo. Dos de las más nuevas piezas de Susan se vendieron a primera hora de la mañana. La hora de la comida llegó y se fue, y después el día se fue terminando hasta que dejé todo listo para regresar a mi hogar. En el instante en que crucé la puerta principal de casa, Susan me espiaba desde la puerta de la cocina y me recibió con un abrazo y una gran sonrisa. Corrió y saltó a mis brazos.

– Vaya, alguien parece muy contenta de verme – Le dije un poco en tono de burla, colgando mis llaves en un gancho cerca de la puerta.

– Hoy es un día maravilloso – Me dijo – Bañé a Katie después que saliste, vimos caricaturas juntas, tu madre llamó y tuvimos una conversación adorable. La cena ya está casi lista, solo necesita una hora más en el horno. Soy la mejor ama de casa.

Levantó la mano para un “dame esos cinco”. Son reí y chocamos las manos. – Eres la mejor, amor – Le dije, intentando parecer tan emocionado como ella.

– Y la mejor parte – siguió – logré hacer que Katie durmiera su siesta sin ningún problema. Y… todavía está durmiendo… – Susan me dio una sonrisa seductora. Me tardé algunos segundos en comprender las segundas intenciones de aquellas palabras.

– ¿Todavía? – Dije cuanto entendí. Ella me tomó de la mano y me llevó hasta el pasillo en dirección a nuestra habitación. Incluso había encendido velas, y la cama estaba arreglada de una forma impecable.

No habíamos tenido sexo de esa forma desde nuestra noche de bodas. Todos los besos que ella me daba tenían tanta pasión y amor, no quería que aquello acabara nunca. Mientras las velas se consumían, nos tumbamos en la cama abrazados y acariciándonos. Ella me besaba el cuello haciéndome estremecer. Después, caímos rendidos y nos quedamos así durante un tiempo hasta que su celular empezó a sonar. Era el despertador. Me miró y sonrió.

– ¡La cena está lista!

Se levantó y se puso una bata, sentándose en una silla próxima con las manos sobre las rodillas y mirándome. Di un suspiro y me levante. Caminé hasta el baño que estaba en nuestro cuarto, y tomé la bata que estaba colgada atrás de la puerta.

Cuando iba a salir, me miré en el espejo y me frote el rostro. Sonreí, pensando en lo que acabábamos de hacer. En el reflejo del espejo vi que todavía había agua en la bañera. Creí que Susan se había olvidado de drenar el agua después del baño de Katie. Caminé hasta allá para retirar el pequeño tapón de plástico, pero noté que había un cobertor en el agua, enrollado. Aquel baño de repente pareció quedar en un silencio sepulcral.

Metí los dedos al agua. Estaba helada. Dirigí mis manos por debajo del cobertor. Sentí el peso al instante. Mi mente seguía diciéndome que solo era agua. Solo agua. Levanté el cobertor de la bañera, el agua escurrió por el suelo. Sostuve aquel cobertor con un solo brazo para poder usar el otro al desenrollarlo. Mi cuerpo entero temblaba. Entre uno de los pliegues de aquel cobertor empapado, un pequeño brazo escapó y cayó a un lado. Di un grito gutural tan fuerte que pareció haber hecho eco en cada rincón de la casa. Miré hacia abajo y vi su pequeño brazo por encima del mío. Coloqué el cobertor en el suelo, me senté a un lado. Lo desdoblé completamente y vi a mi niña; su piel tenía un tono azul claro. Su cuerpo parecía un témpano cuando la toqué para buscarle el pulso. Sus ojos y boca estaban abiertos, pero había perdido su brillo de siempre. Ahora ella parecía distante… y con miedo.

Atrás de mí, Susan se arrodilló. Colocó sus manos en mi espalda.

– Tiene un rostro tan apacible cuando duerme, ¿verdad? – dijo Susan. Parecía animada. Dejé que mis hombros se desplomaran y empecé a llorar descontroladamente.

– Por Dios, Susan – hablé entre sollozos – ¿Qué has hecho?

– Shhh… – me susurró, frotando mi espalda – la vas a despertar.

mujer terror

 

Quizá te interesa:

11 comentarios en «Katie y Susan – Creepypasta»

  1. Todo empezó muy bien, una hermosa historia hasta el final se puso muy triste, una vez ví una película con una historia similiar, la pareja tenía todo lo material y al parecer la esposa no era feliz y mató a la bebé.

    Responder

Deja un comentario